lunes, 30 de marzo de 2009

LAS JOYAS DEVUELTAS

Una palabra importante existe para enfrentar con serenidad y equilibrio la muerte de un ser estimado: la sumisión.
Ella expresa la disposición de aceptar lo inevitable, considerando que sobre los deseos humanos, el testamento soberano de Dios prevalece, eso nos ofrece la experiencia de la muerte a favor del crecimiento de nuestra vida.

Antes del dolor, es oportuno recordar una vieja historia oriental en que un rabino, predicador religioso judío que vivía muy feliz. Él se casa y tiene dos niños admirables, dos muchachos inteligentes, activos, amorosos y disciplinados:

Por fuerza de sus actividades, cierto tiempo el rabino estaba ausente durante varios días, en viajes largos. En ese provisional, un accidente serio provocó la muerte de los dos hombres jóvenes.
Nosotros podemos imaginar el dolor de esa madre!... a pesar de que ella era una mujer fuerte. Apoyándose en la fe y en la confianza de su Dios, fue muy fuerte al tomar el impacto. Su preocupación más grande era el marido. Cómo trasmitir a él la noticia terrible?!... Ella temió que una conmoción fuerte podría tener consecuencias fatales, desde que él era portador de insuficiencia del corazón. Ella oró mucho, suplico a Dios una inspiración. El Señor no la dejó sin respuesta...
Pasados algunos días, el rabino regresó a la casa. El llegó en la tarde, cansado después del viaje largo, pero muy feliz. El abrazó la esposa afectuosamente y preguntaba por los niños...
---No te preocupes, mi estimado. Ellos vendrán después. Anda tomar un baño, mientras yo preparo unos bocados.
Un rato después, sentó a la mesa, ellos intercambiaron los comentarios del periódico, en ese encantamiento de dulzura de esposos amorosos, después de la separación breve.
--- ¿Y los muchachos? Ellos están demorando…
---Déjalos... Déjalos a los niños que quiero tu ayuda para solucionar un problema serio.
--- ¿Qué pasó? ¡Yo noté que estas preocupada!... Mujer Habla! Nosotros resolveremos juntos, con la ayuda de Dios!...
---Cuando usted viajó, nuestro amigo me buscó y confió a mi guardia dos joyas de valor incalculable. ¡Ellas son extraordinarias y preciosas! ¡Yo nunca vi algo igual! El problema es ese: él viene a buscarlos y yo no estoy con la disposición hacer la devolución.
--- ¡Que pasa mujer! ¡Yo estoy encontrando extraña tu conducta! ¡Usted nunca cultivó las vanidades!...
---Es que nunca vi joya así. ¡Ellas son divinas, maravillosas!...
---Pero ellas no pertenecen a ti...
--- ¡No puedo aceptar la perspectiva de perderlos!...
---Nadie pierde lo que no posee. ¡Retenerlas sería lo mismo que robarlas!
--- ¡Ayúdame!...
---Claro que lo haré. Nosotros iremos a devolverlas juntos, este mismo día!
---Pues bien, mi querido, que se haga tu voluntad. El tesoro se devolverá. Realmente eso ya fue hecho. Las joyas eran nuestros niños, que Dios nos concedió de préstamo, y ahora vino a buscarlos!...
El rabino entendió el mensaje y, aunque probando la angustia que esa separación impuso en el, superó sus reacciones más fuertes
El marido y la mujer se abrazaron emocionados, mezclando lágrimas que derramaron suavemente sobre sus rostros y ellos pronunciaron, en el unísono, las palabras del santo Jó:
Lo que Dios dio, el mismo Dios quitó.

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